viernes, 28 de diciembre de 2007

Ilusión. Regalos.


Hace mucho que guardo esta mirada, y qué mejor momento que la época por excelencia de los regalos para traerla al observatorio.

Desde hace bastante tiempo detecto en mí mismo una creciente, y también preocupante, falta de ilusión en todo lo que tiene que ver con los regalos. Tanto es así que cuando pienso en la palabra regalo, el efecto que me produce tiene más que ver con el estrés que con la ilusión que se supone debería tener.

No tengo la menor duda de que la sociedad de consumo tiene, si no toda, mucha parte de culpa en esto. Recuerdo que antes un regalo era algo muy especial, algo que se esperaba con nervios e ilusión, tanto si se era el receptor como si era uno mismo el que hacía el regalo. Se hacían sólo en las ocasiones especiales (cumpleaños, santo, Reyes), y muchas veces eran cumplimiento de deseos que llevaban mucho tiempo ahí, lo que multiplicaba por mil la satisfacción que de por sí producía el hecho de darlos o recibirlos.

Ahora todo es distinto: si necesito algo, voy y me lo compro. Todo es más o menos accesible. Hay casi de todo al alcance de casi cualquier bolsillo; de mayor o menor calidad en función del nivel adquisitivo. Pero resulta raro entrar en una casa y no encontrar prácticamente cualquier cosa que se nos ocurra. Muchos artículos que hace tiempo se consideraban un lujo, hoy son indispensables. Todo el mundo tiene uno o varios aparatos de televisión, dvd, cadena de música, ropa de todo tipo, libros, discos, artilugios, etc.

Y esto conduce a uno de los momentos de mayor estrés cuando se aproxima una fecha señalada: ¿qué le regalo? o también ¿qué me pido de regalo? Cuántas veces oímos "si es que no sé que regalarle; tiene de todo", y es verdad: tenemos de todo. Y también sucede con el valor del regalo, que parece que sólo medimos la bondad del mismo en relación directa a su precio.

Qué quieres que te diga, a mí todo esto me estresa mucho. Te rascas el coco pensando en algún regalo para tus padres, hermanos, pareja, amigos, mirando qué tiene o qué no tiene, especulando sobre si le gustará o no lo que con tanto esmero has escogido, y al final no lo disfrutas... No sé hacia dónde conduce todo esto, pero yo necesito que me devuelvan la ilusión, por favor. Esa es toda mi carta a los Reyes.

Imagen obtenida de http://www.morguefile.com/archive

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