lunes, 4 de junio de 2012

Re-e-descubriendo a los clásicos

Hará ya un par de meses o tres que Ana, mi esposa, me regaló para celebrar mi aprobado en la oposición un precioso lector electrónico de libros (más conocido como e-book).
El Quijote en mi Sony Reader

Yo no había hecho mucho caso a estos dispositivos que tanto se ven de un tiempo a esta parte; era de los que pensaban que donde esté un libro de papel, que se quite lo demás. Aparte, siempre he tenido dificultades para leer mucho rato seguido en una pantalla; enseguida me canso, así que no me veía a mí mismo como futuro usuario de un lector de libros electrónicos.

Como sucede en tantos órdenes de la vida, son otros los que tienen que abrirle a uno los ojos para descubrir cosas que dentro de un tiempo resultarán tan normales como lo son ahora el teléfono móvil, el ordenador o el microondas.

Entrando en detalles, mi lector es un Sony PRS-T1 de color blanco, como se ve en la foto de más arriba. Es ligero, tiene conexión wifi, tinta electrónica y completamente en blanco y negro, algo que mis ojos agradecen, y pantalla táctil. Vamos, lo que se dice una chulada.

El lector venía con dos libros precargados (Crimen y castigo, y El retrato de Dorian Grey), y tirando del hilo busqué páginas de las que descargarme libros gratuitos, de forma legal. Evidentemente, los títulos disponibles son en su mayoría clásicos de la literatura. Así que aquí estoy yo, con mi lector de última generación atacando por fin la lectura de clásicos que quizá nunca me hubiera decidido a abordar en formato de papel.

Hace unas semanas terminé Drácula de Bram Stoker, y ahora ando dividido entre Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes y Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas. Una de las mejores cosas que tienen los lectores de libros electrónicos es que permite llevar dentro un montón de títulos, y cambiar de uno a otro con un par de clics, volviendo siempre al punto exacto donde se había abandonado la lectura -lo siento por los marcapáginas, aquí no tienen sentido-.

Pedazo invento este de los lectores de e-books. Basta con echar un vistazo en el bus y en el metro para darse cuenta de que es un regalo de lo más socorrido...