lunes, 21 de mayo de 2007

Actores


Admiro y envidio a los actores.

Admiro su facilidad para meterse en el papel que les toca interpretar; ése que muchas de las veces no tiene ni lo más mínimo en común con su verdadero yo. Hoy pueden salir a escena como un joven ejecutivo sin escrúpulos o un ama de casa recatada, y a la siguiente hacerlo en la piel de un genio introvertido o de una feminista de inquebrantables principios. Siendo ellos, pero sin serlo.

Admiro sobre todo su capacidad para despertar en los espectadores todo tipo de sentimientos, tales como empatía, ternura, rechazo, antipatía, y así un larguísimo etcétera.

Admiro, en definitiva, todo lo que les rodea. Pero sé que la admiración no es nada en comparación con la envidia que siento por ell@s.

Envidio que tengan el guión escrito; esto es, saben con antelación qué es lo que va a suceder, y además pueden prepararse debidamente para reaccionar según lo establecido, o al menos para dar a esa reacción la suficiente credibilidad. Tienen tiempo para ensayar una y otra vez hasta conseguir el gesto, la entonación, el énfasis adecuado para su siguiente frase, y si se equivocan, pueden seguir ensayando.

En justicia, hay que decir que no siempre es así; a veces no hay guión o se les olvida, y hay que dar paso a la improvisación, lo cual les acerca por un instante al mundo real. No es una situación fácil y creo que ahí es donde se muestran los actores que de verdad valen. Reconozco que en esas ocasiones ya no les envidio tanto, quizá porque les veo mucho más parecidos a mí.

Pero sigamos con la envidia, porque tienen la oportunidad de disfrutar o padecer con vidas que no son las suyas, sabiendo que al cabo de unos minutos, unas horas o unos días, dejarán esa historia y saltarán a otra. O que, mientras esa otra historia llega, pueden recuperar la suya propia.

Aún así, me pregunto si todo esto no tendrá su lado malo, como esa sombra que proyecta su máscara, y para muchos de esos actores o actrices, cuando baja el telón, no habrá silencio y una pregunta a la espera de una respuesta que no encuentran en ninguno de sus guiones: Pero, ¿quién soy yo?

Mira tú por dónde, a lo mejor no tengo tanto que envidiarles...

Imagen obtenida de http://www.comf.org/scholarships/scholarships2.html

jueves, 17 de mayo de 2007

Fotografías

A principios de año comencé a escanear varios álbumes de fotos familiares que hay en casa de mis padres. Me pareció buena idea conservarlas en formato digital.

Confieso que soy de esas personas que se aburren cuando llevan un rato viendo fotos en las que no salen. Por suerte, en estos álbumes sí que aparezco; o al menos en algunos. Y aunque no apareciese no me importa, porque se trata de mi familia más cercana; por eso no me canso de pasar hojas y detenerme tranquilamente en cada una de ellas.

Me encanta verme de pequeño y evocar los recuerdos relacionados con la época en la que fue tomada la foto en cuestión; en ocasiones casi ni me acuerdo y los mezclo, lo que lo hace aún más divertido. Pero son las fotos de mis hermanos las que más me adentro me llegan. Fotos hechas incluso mucho antes de que yo naciera.

Esta no es una de esas fotos. Aquí estamos todos los hermanos. Si te preguntas cuál soy yo, te lo pondré fácil: ninguno de mis hermanos va en un cochecito. Sí, ya ves, el menor de seis.

La encuentro genial. Aunque también me provoca cierta tristeza, lo mismo que cuando veo las fotos anteriores a mi nacimiento. Pienso que es una época que no viví y que me habría gustado haber estado ahí. Es lo malo de ser el pequeño: es el que menos puede disfrutar de esos recuerdos comunes.

No todo es tristeza, por supuesto. Me quedo embobado viendo la cara de mis hermanos, con su seriedad, inocencia, desenfado, travesura... Daría mucho por haber vivido todo eso con ellos. Lástima, yo era demasiado pequeño para darme cuenta.

Me quedan vagos recuerdos de esa etapa en la que estábamos todos en casa. Recuerdos y, cómo no, muchas fotografías, que pienso mantener siempre.

martes, 15 de mayo de 2007

Pintores de blanco


Estaba hoy en la cola del banco. "Nosequé-nosecuántos, pintura decorativa", se leía en la parte posterior de su camiseta. Pintura decorativa: ¿significa algo o no es más que un eufemismo de lo que toda la vida se ha llamado pintor de brocha gorda? Detalles...

He caído en la cuenta de que la mayoría de los pintores que recuerdo -decorativos o de brocha gorda, lo mismo me da- suelen vestir de blanco. No de ese blanco inmaculado que lucen los niños y niñas que tanto se ven estos días, antes o después de hacer su Primera Comunión. No, el blanco de sus camisetas, chaquetas y pantalones de algodón están salpicados de miles de gotitas de otros tantos colores. Algo así como los lienzos de sus primos hermanos, los pintores artísticos.

Pero ¿por qué de blanco? No es lo que se puede considerar un color sufrido. Más bien al contrario. Aunque pensándolo bien, ¿qué color es sufrido para disimular las manchas de pintura? Porque el negro puede dejar de serlo en el momento que irrumpe una mancha de pintura de un color claro. Así que yo me inclino a pensar que, a su manera, quieren ser una especie de abstarcto lienzo ambulante. Ni decorativos, ni de brocha gorda, ni artísticos. Simplemente los llamaré pintores.


miércoles, 9 de mayo de 2007

Limpia y da esplendor

No, esta mirada no tiene que ver con el lenguaje y la Real Academia de la Lengua. De hecho, se trata de algo mucho más vulgar.

El sábado pasado, aprovechando la llegada del buen tiempo, con el aparente fin de las tormentas intermitentes, decidí que ya era hora de cumplir con uno de esos rituales tradicionalmente atribuidos al estereotipo de macho: limpiar el coche.

Por supuesto que no se trata de la primera vez que lo hago; bueno, en el caso del aspirador a monedas, sí. De hecho, recuerdo que al principio de tenerlo, lo limpiábamos con auténtica dedicación y nos quedaba como los chorros del oro. Luego decidimos probar los túneles de lavado, hasta llegar al método actual: lavado manual con pistola de agua a presión, que según nos han contado, es mejor para la pintura, en especial la metalizada.

Pero poco importa el hecho en sí de limpiar el coche; lo que me interesa realmente es el aspecto ritual que parece estar unido a él. Mirar por la ventana, ver el día estupendo que hace y decidir que ya es hora de sacarle brillo a ese tesoro, reflejo de lamayor o menor capacidad adquisitiva pero, al fin y al cabo, un bien preciado. Esto es sólo el comienzo.

Y ahí me veo, en esa especie de gigante establo donde alojar durante un rato según el caso, 70, 100, 150 caballos, bien apretaditos, por supuesto. Seguro que alguno habla con su coche como si de su caballo se tratara mientras lo limpia. Seguro...

Una moneda, y empieza el espectáculo: agua con champú, espuma por todos lados. "Ya pareces otro, cochecito mío. ¿Un poco de cera para que reluzcas? Sin duda, sin duda. Venga, otras dos monedas más, que aún nos queda el abrillantador... hay que ver, ¡estás hecho un pincel!"

Todavía chorreando (el coche, no yo), veo que algunos se esmeran en limpiar los tapacubos y las ruedas, y cambian la pistola de agua por el pulverizador de un exclusivo producto abrillantador que hará las delicias de los que vean pasar semejante deportivo de gama alta. Yo mientras tanto sigo de frente a por mi nuevo reto: limpieza interior con un aspirador que no hace demasiado honor a su nombre, aunque creo que bastará.

Me aplico con esmero, y veo a mis colegas de limpieza, tanto o más dedicados a su tarea. La experiencia es un grado, y se nota que adolezco de ella, cuando veo que casi todos sacan su pulverizador limpiacristales para rematar el tratamiento. "¡Mecachis! Ya sabía yo que me faltaba algo. Tengo que hacerme con el kit del perfecto limpiador de coche."

A falta de limpiacristales, me pongo a cambiar las escobillas de los limpias, porque los puntos que indican su desgaste van camino de adquirir un color por el que nunca deberían pasar. Después de romperme la cabeza, y de colocarlos un par de veces al revés, doy con la posición correcta. Misión cumplida, aunque con lo que va a llover de aquí al otoño...

Después de dar un repaso al interior con un trapo húmedo, el resultado es bastnate aparente. Ya sólo falta la guinda: el ambientador; marino, pone el envoltorio. "Vamos a ver qué tal... Pues parece que no huele demasiado". "Ya, ya" -piensa el circulillo gris y azul- . "Ya verás cuando vuelvas a subirte al coche; lo vas a flipar"

Más vale tarde que nunca, así que cuando llego a casa, me voy directo a por el limpiacristales, y vuelvo a terminar la faena, medio a oscuras (nunca limpiéis los cristales del coche dentro del garaje, a no ser que esté perfectamente iluminado) Porque no voy a ser menos que mis colegas.

Y todo mi orgullo se derrumba cuando veo que, en la distancia corta, el coche no está tan limpio como pensaba. Pero no me preocupo, creo que ya he cumplido con el rito del hombre limpiacoches. Limpio y doy esplendor.

Verdades como puños: la Tierra es esférica, ¿o no?

Hay cosas que muchas veces se dan por sentadas, y seguro que nunca te has planteado que la Tierra no sea esférica. Yo tampoco, la verdad.

Ayer, weboneando, me encontré con una noticia que me llamó la atención, en la que me enteré que hay un grupo de gente que defiende que la Tierra es plana y no redonda como desde pequeños nos han dicho y hemos visto.

Sinceramente, este tema me produce cierta hilaridad. No me he parado a entrar en la web del susodicho grupo de opinión, pero a primera vista parece más una broma o una monumental rayada. De cualquier forma, podemos entrar en el juego, e imaginar que la tierra es plana, algo así como un gigantesco plato. Así no tendríamos que preguntarnos si los del hemisferio sur están realmente boca abajo. Claro que ¿por qué se esforzarían los satélites y trasbordadores espaciales en mostrarnos una imagen esférica de la Tierra. Supongo que los defensores de la teoría de la Tierra plana tendrán respuesta para ésta y otras preguntas.

Pero, ay, como sea verdad
:o)

Un minuto para la cultura

Como decía ayer, soy asiduo radioyente. No de una cadena o dos, sino de muchas. Es cierto que he pasado por etapas, y ahora me decanto más por unas que por otras, aunque de vez en cuando me permito una sana escapada hacia otros puntos de vista, sabiendo de antemano que cada emisora tiene lo que llaman su línea editorial, al igual que los periódicos a los que, normalmente, se muestran más afines. Pero esa mirada ya la echaré más adelante.

Escucho emisoras privadas, pero también la pública (RNE). Me encanta la idea de una radio con vocación de servicio público, y creo que Radio Nacional cumple bastante bien esta misión. Me gusta que no tenga más publicidad que la de su propia programación, porque sucede que en otras emisoras algunos programas se dedica más tiempo a los anuncios que al programa en sí.

Dentro de esa tarea de servicio público, me gustaría destacar un espacio original, que no tiene hora fija de emisión, aunque lo normal es que se inserte entre las cuñas promocionales. Se llama "La cultura en un minuto", y a lo largo de ese breve lapso de tiempo ofrece información sobre tres acontecimientos de ámbito cultural: un libro, un disco, una exposición, un espectáculo... Tiempo suficiente para, entre tanto ajetreo, enterarse de qué se cuece en el mundo de la cultura. Porque a veces ni siquiera somos capaces de concedernos un minuto para contemplar lo que nos rodea...


martes, 8 de mayo de 2007

Titulares

(Noviembre 2006)


Durante una comida familiar, mi hermana Tere hacía mención a la noticia con la que abría el informativo de Radio Nacional ese domingo (8 de ocutbre) a las ocho de la mañana: "Fernando Alonso ha ganado el gran premio de Japón de Fórmula Uno". Le sorprendía la trascendencia que se le daba a aquél hecho. La entiendo.

Yo no sé nada sobre periodismo, pero soy oyente habitual de la radio, y lector ocasional de periódicos. Y tengo que decir que el tema de los titulares me fascina. Me pregunto sobre todo quién y con qué criterios se decide qué noticias merecen los puestos de cabeza en los informativos o las primeras planas de los periódicos, .

Basta con echar un vistazo a algunos de esos periódicos (ABC, EL MUNDO, El País) aquel 8 de octubre para mostrar la misma sorpresa que mi hermana. Bien es cierto que estas portadas se refieren a noticias sucedidas el sábado; pero no es habitual que un domingo a las ocho de la mañana haya demasiadas novedades en la información respecto a la jornada anterior. En este caso, recién concluido el gran premio de fórmula uno, y habiendo vencido un compatriota, se puede entender que se le diera tanta importancia a la victoria.

Pero esto es sólo una anécdota. Cada día nos encontramos con una auténtica ensalada de noticias que, según el medio, son más o menos relevantes, e incluso puede que inexistentes. A veces me pregunto si tal o cual hecho ha sucedido de verdad o si por el contrario se trata de una invención, que es algo que tampoco descarto.

Los llamados sucesos casi siempre se llevan la palma. Cuanto mayor desgracia y desolación transmitan, más alta es su posición en el ránking. Y cuando ya no dan más jugo (léase morbo), caen en picado al cajón de la hemeroteca.

Mención a parte tienen los titulares deportivos. El deporte rey se lleva el pastel, y dentro de él, determinados equipos prevalecen sobre otros. Hasta el punto de que el cambio en el color de pelo de cierto futbolista de uno de esos equipos tiene más relevancia que la medalla de oro de un gimnasta español en un campeonato de Europa. ¿Cuál de los dos es más insólito y relevante?

Pero insisto: no tengo ni idea de periodismo, y a este paso, difícilmente llegaré a entenderlo. ¿Alguna pista?


Decisiones. Caminos. (Mi yo duplicado)

(Octubre 2006)

[..]

Hace unos días le estuve buscando. O al menos esa fue mi intención; pero sólo en un principio, porque tras unas pocas preguntas caí en la cuenta de que lo de ir de detective por la vida no es lo mío.


- ¿Nombre y edad?
- Ésas son fáciles de responder; mismo nombre y edad que yo.
- ¿Profesión? ¿Estado civil? ¿Lugar de residencia? ¿...
- Uf, para, para, que me esto ya me supera; callejón sin salida. Me rindo, no tengo ni idea.

[..]


No descubro nada nuevo si digo que nos pasamos la vida tomando decisiones, sea consciente o inconscientemente. Y cada una de ellas determina en mayor o menor medida quiénes somos así como las circunstancias que nos acompañan.

Las hay rápidas, de unas décimas, que por falta de tiempo ni siquiera pensamos, o que forman parte de la costumbre y por eso no necesitamos procesarlas ni un momento. Otras, sin embargo, nos obsesionan durante horas, días e incluso meses o años. Pero todas tienen ese punto determinante que las hace únicas.

A veces sucede que aquellas que nos parecen más insignificantes acaban adquiriendo un carácter decisivo y, en cambio, otras a las que inicialmente dábamos mucha importancia luego se quedan en nada.

Si lo pienso detenidamente es probable que encuentre muchas más, pero en este momento tengo identificado con certeza una de esas elecciones que cambiaron mi vida y que hicieron de ella lo que ahora es y no lo que pudo haber sido.

[..]

Y de repente, cuando ya casi me había olvidado, me lo encontré, frente a mí, como si estuviera ante un espejo. Pero su rostro, a diferencia del mío, no mostraba sorpresa, sino más bien una aplastante seguridad que se advertía tras su media sonrisa.

- Sí, sé quién eres.
- Pero...
- Tú eres el que decidió quedarse.

[..]

lunes, 7 de mayo de 2007

El efecto mariposa


Hace un par de días, en casa de mis suegros, vi la película "El efecto mariposa". Y me gustó. Estoy de acuerdo en que no es una obra maestra ni nada por el estilo, pero es de esas películas que, después de verlas, te dejan buen sabor de boca y la sensación de haber pasado un buen rato.

El título basta para hacerse idea del argumento: las consecuencias que se derivan al cambiar el curso de hechos pasados, no sólo en la vida del protagonista sino también en la de las personas que le rodean. ("El simple aleteo de una mariposa tiene consecuencias en alguna otra parte")

A lo largo de la película el protagonista va tomando conciencia del poder que tiene para cambiar el curso de su historia, pero a la vez descubre el precio y las consecuencias de sus decisiones. Cuanto más intenta arreglar las cosas, peor van las cosas.

Sin destripar finales ni nada por el estilo, como decía al principio, me dejó buen sabor de boca la forma en la que se resuelve la historia. Para averiguarlo, tendrás que verla. Y después podrás preguntarte qué habrías hecho en su lugar. Yo, personalmente, no lo sé.

Una cosa más: no confundir esta película, realizada en Estados Unidos, y estrenada hace ya tres años, con otra del mismo nombre, hecha en España hace unos cuantos más. Nada que ver.