lunes, 20 de diciembre de 2010

Cómo está el patio

Qué gustito da últimamente asomarse a las noticias cada día... Todo son alegrías: crecen los casos por violencia de género, gente inocente que muere a manos de otros a los que se les cruzan los cables, inundaciones, ... vamos, que paren el mundo que yo me bajo.

Las cosas son como son y la vida es así, pero ¿sería tan complicado darnos algo de azúcar para no acabar sepultados entre tanta desgracia? Incluso lo que debería suponer un escape a veces sólo contribuye a hacer más grande la bola; me refiero a los programas de humor, que a veces se preocupan más de ridiculizar y crear rechazo (por no decir odio) que de hacernos reír y que olvidemos durante un rato que el patio está para pocas alegrías.

Feliz navidad, si se puede.


viernes, 17 de diciembre de 2010

Tolerancia de un solo sentido

Oír para creer: un juez en Italia dicta sentencia sobre el caso de la hija de un imán musulmán que no quería que ésta fuera a las clases de música del colegio, ya que considera que lo que allí tiene que escuchar es música de infieles.

¿Qué cuál es la sentencia? Agárrate que vienen curvas: el juez decide que la niña tiene que asistir a las clases junto con el resto de sus compañeros -hasta aquí todo normal, es su obligación- pero en las clases de música los padres irán a taparle los oídos.

No me quiero extender, porque seguro al final se me malinterpreta, pero baste decir que aquí sucede lo contrario al dicho popular "si la montaña no va a Mahoma..." Está claro que para algunos la montaña siempre tiene que ir a Mahoma.

Como decía el locutor, "qué dirá el padre cuando a la niña le toque estudiar la Divina comedia de Dante, y se entere de que el autor envía a Mahoma al infierno".

(No he conseguido encontrar en internet referencias a la noticia, pero de verdad que la escuché el día 8 de diciembre en el informativo del mediodía de RNE)

viernes, 17 de septiembre de 2010

Eritroaféresis

Vaya palabra más rara para titular una mirada, ¿verdad? ¿Te suena acaso la palabra aféresis?

Hace ya bastantes años que soy donante de sangre. No sé si sabrás que los hombres podemos donar hasta 4 veces al año, y si no me equivoco las mujeres hasta 3 veces. Es algo que no cuesta nada, que es un gesto pequeño y, aunque suene a frase hecha, es cierto que supone mucho.

Llevaba todo el verano queriendo donar sangre, pero por una u otra razón, a fecha de ayer no lo había hecho aún. Así que aproveché que por la tarde iba a haber una unidad móvil de Cruz Roja junto al intercambiador de Moncloa para hacerlo por fin.

En un principio, todo normal: doy mi DNI, comprueban mis datos en la base de datos, me dan el cuestionario de siempre, y a continuación, entrevista con el médico. Aquí cambió el tema: cuando vio mi presión sanguínea y sobre todo el nivel de hierro en sangre no perdió un segundo en preguntarme si había oído hablar de la aféresis.

Pues sí, había oído hablar, algo me sonaba, aunque nunca había donado aféresis. Sabía que consiste, a grandes rasgos, en donar no toda la sangre, que es lo habitual, sino sólo determinados componentes aislados (plaquetas, glóbulos rojos, ...) devolviendo el resto al donante una vez terminado el proceso. Y también sabía que suele durar bastante más que una donación normal.

En este punto tengo que decir que el médico me la coló un poquito doblada, porque me dijo que en lugar de los 10 minutos de una donación habitual, tardaría 20 minutos, y bueno, pensé que no había mucha diferencia. La realidad fue distinta, y estuve en el autobús casi una hora, aunque tampoco me importó, porque no llevaba prisa.

Lo que yo hice concretamente fue una eritroaféresis, que consiste en donar únicamente glóbulos rojos. En este caso, se donan más o menos el doble que en una donación normal. Lo que se consigue con esto es evitar la mezcla de glóbulos rojos de distintos donantes en pacientes con problemas especiales (leucemia, por ejemplo) que suelen desarrollar rechazo. Si la donación proviene de un mismo donante, el resultado suele ser mejor.

Lleva más tiempo porque tienen que preparar la máquina, que es distinta, ya que tiene que separar los glóbulos rojos y devolver al donante el resto de la sangre. El proceso es un poco distinto porque la aguja es algo más fina, en lugar de abrir y cerrar el puño te dan una pelota de goma para evitar que al hacer demasiada fuerza la vena se rompa, y además te colocan un manguito como los de medir la tensión, que te marca cuándo tienes que apretar - aflojar la pelota o relajar la mano. Hay como cuatro fases, que yo completé en aproximadamente 22 minutos (la media está entre 20 y 30 minutos, y yo afortunadamente soy de los que donan rápido y nunca he tenido problemas, salvo una vez que me pincharon mal, pero bueno, sólo fue una).

Durante el rato que estuve no entró demasiada gente, la verdad, sobre todo teniendo en cuenta que por el intercambiador de Moncloa pasa muchísima gente. Los que subieron fueron todos hombres (curioso), y en hora y media que llevaban cuando yo me fui creo que habían donado 10 personas.

Respeto a la gente que le tiene miedo a las agujas, que pasa mal rato, o que por cualquier otra razón no dona. Lo respeto, de verdad. Pero hay mucha gente a la que seguramente le da igual, y le llevaría sólo 15 ó 20 minutos de su tiempo donar sangre. Quién sabe si un día no van a necesitar ellos o sus seres queridos una transfusión que sólo es posible si hay gente que da un poco de su sangre y de su tiempo para que otros puedan seguir viviendo.

No es algo que haces para ti o tus seres queridos; es algo que haces para los demás vivan.

Un pequeño documental...



www.donarsangre.org


martes, 7 de septiembre de 2010

Con ayuda siempre es más fácil soltarse

Ayer salí a correr un rato por un caminito de tierra que hay a escasos metros de mi casa. Como el camino en cuestión no da mucho de sí pero es llano -que era lo que buscaba,- estuve yendo y viniendo por él durante 20 minutos, lo que me permitió cruzarme con unas cuantas personas, en algunos casos, varias veces.

La mayoría estaban paseando, o sacando a pasear a sus perros, y recorrían el camino como mucho una vez. Sin embargo, con quien más veces me crucé fue con un padre y su hija, que calculo que no tendría más de 7 u 8 años. La primera vez les vi colocando la cadena a la bici de ella; y a partir de la siguiente pasada ya me di cuenta de que el padre, a pie, estaba intentando ayudar a la hija a soltarse por fin con la bici. ¡Qué momento!

Lo digo de verdad; para mí es uno de esos recuerdos especiales que creo que muchos compartimos: esa sensación de inestabilidad mezclada con "lo estoy haciendo, estoy montando en bici yo solo" en el momento que nuestro padre, madre, hermano mayor o familiar correspondiente nos soltó el sillín y ya no hubo vuelta atrás . ¿Lo recuerdas?

Por esa razón, porque se trata de un momento especial, me dio un poco de pena la impresión que me transmitió el padre en un par de detalles que observé, o creí observar, cuando me cruzaba con ellos: primero, que la sujetaba fuertemente del brazo, como el policía trasladando al delincuente, lo que me dio idea de que ninguno de los dos se encontraba demasiado a gusto (él por tener que estar a última hora de la tarde yendo y viniendo con la hija, y ella por el mal rato que parecía estar pasando, incluído el dolor en el brazo que ya se le debía estar durmiendo); y después, que cuando se me ocurrió una de las veces animar a la chica con un "venga, que ya casi vas sola", la respuesta o más bien resoplido del padre echó por tierra toda mi buena intención.

Espero que esa niña pronto pueda ir sola en bici, y que todas las aventuras que viva montada en ella hagan que olvide el mal rato que ayer me pareció que pasaba.

Pero todo esto no es más que una visión muy personal y bastante sesgada; puede que el padre no apretara tanto el brazo, puede que la estuviera animando, puede que... no lo sé, pero lo que sí tengo claro es que hay momentos que nuestros hijos sólo van a vivir una vez, y que merece la pena el esfuerzo de conseguir que esos momentos se conviertan en recuerdos y no en pesadillas.


jueves, 10 de junio de 2010

Otra serie que se va

Hace sólo unas semanas se emitió el último capítulo de Perdidos, una serie que he seguido de manera intermitente durante los últimos 5 años. Después de 6 temporadas y un montón de capítulos, idas y venidas, el final era algo deseado, aunque no puedo negar que resultó decepcionante.

Pero no es de Perdidos de lo que va esta mirada, sino de Pelotas, una serie made in Spain, no tan mediática ni tan de culto como aquélla, pero que a mí me enganchó casi desde el principio, y que tiene en común con Perdidos el hecho de que ha concluido su emisión.

Si no la has visto nunca, se trata de una serie con un reparto coral que gira en torno a un modesto club de fútbol, la Unión. Siempre he pensado que Corbacho y Cruz, los guionistas de la serie, acertaron haciendo que el nexo entre los personajes fuera algo tan seguido en España como es el fútbol, pero parece que esa mayoría futbolera que llena este país no se enganchó a esta serie.

Cuando terminó la primera temporada, pensé que no seguiría, pero mira tú por dónde me llevé la sorpresa al saber que sí, que habría segunda temporada. Desde mi punto de vista la serie se había estabilizado en cuanto a sus distintas tramas, y lo digo en el buen sentido. Creo incluso que nuevos personajes y situaciones hacían que mereciese la pena pasar un rato frente al televisor todos los lunes por la noche.

Y de golpe y porrazo llega TVE y se carga la serie. Sin más. Explicaciones no he visto ninguna. No creo que fuera un tema de audiencia, porque en ese caso se hubiera intentado recolocarla en otro espacio de la parrilla, pero no. Ellos sabrán por qué lo hacen; yo, desde luego, no. Y lo siento, porque creo en la apuesta que esta nueva televisión pública está haciendo por la calidad en muchos de sus programas y series. Pero está visto que tiene más tirón un culebrón tipo La Señora, Herederos o Gran Reserva. Hablando de esta última, tiene gracia que ahora van a rescatar Guante blanco, una serie que hace tiempo vendieron como la serie de la temporada, y que tardaron poco en retirar. Digo que tiene gracia porque a pesar de ser anterior, para intentar venderla hacen referencia a que es de los creadores de Gran Reserva.

Volvamos, para terminar, a Pelotas. Mi más sincero agradecimiento a todo el equipo de la serie, que me ha hecho pasar las noches de los lunes de lo más entretenido. Ojalá algún día vuelvan al campo.


martes, 11 de mayo de 2010

Pasados de frenada

Un día más, el transporte público es protagonista de este observatorio.

Ayer por la mañana, como casi todos los días, cogí el G para llegar al trabajo. De repente, a pocos metros de haber abandonado la parada, la conductora da un pequeño frenazo. Levanto la vista y veo que estamos en un carril que no es el nuestro; nos hemos desviado por donde no era. Lo primero que pensé fue que algún coche le había cerrado, pero apenas un instante después sus palabras "me he equivocado" desmienten mi impresión inicial (para una vez que no había sido mal pensado...) En fin, vuelta a la manzana y esta vez sí, por el camino correcto.

Y a la vuelta, al mediodía, algo que se da más habitualmente: al llegar a Moncloa veo que mi vagón no está a la altura de siempre en el andén; está claro, se ha pasado bastante de frenada. La nota graciosa la puso una chica que pulsaba desesperada la puerta, mientras otro, con toda la guasa del mundo le decía que no se esforzara, que se iba a dejar el dedo, porque el conductor se había pasado tres pueblos y tenía que dar marcha atrás. Al mal tiempo, buena cara, porque de nuevo me pilló de buenas; si hubiera ido pegado de tiempo, otro gallo me hubiera cantado.

Y todo en el mismo día...

jueves, 6 de mayo de 2010

Atrapados en el bus

No suele ser lo habitual quedarse encerrados en el bus; parece más propio del metro con sus averías. Pero sí, hoy he pasado junto a varias decenas de personas unos 20 minutos encerrado en el bus, camino al trabajo. Todos los días cojo el bus, y estoy acostumbrado a que nunca pase nada, pero hoy se ha roto la regla.

Una chica se ha dado cuenta de que le habían robado el móvil y eso ha desencadenado una situación un tanto rocambolesca; estábamos frente a una parada, pero nadie podía bajarse del bus. El conductor ha tenido que llamar a la policía, y mientras esperábamos se veía y oía de todo: risas de unos, quejas y desesperación de otros, caras de "no me lo puedo creer".

A mí me ha pillado de buen día, porque esta semana ando sobrado de horas, pero comprendo perfectamente a los que tenían un examen y veían que no iban a poder llegar por una situación que nadie esperaba.

Ha llegado la policía, y merecía la pena ver el careto del agente mientras el conductor le debía estar explicando la situación (ahí no cabía otra reacción más que la risa).

Al final todo ha sido para nada, porque han dejado bajarse a la gente, la chica ha bajado entre disculpas con uno de los policías en la siguiente parada, supongo que para hacer la pertinente denuncia, y aquí no ha pasado nada. Bueno, sí, algo ha pasado que me ha permitido traer hasta aquí una mirada después de mucho tiempo.


(No estoy muy puesto en el tema, pero hoy en día ¿qué sentido tiene robar un móvil? Imagino que algún sistema habrá para saltarse el bloqueo de IMEI, si no, no lo entiendo)


jueves, 11 de marzo de 2010

Otra más en el bus

Está claro: muchas veces las situaciones se ven de forma radicalmente opuesta según el lado en el que le toque a uno estar.

La historia ha sucedido en el bus. Normalmente voy sentado, pero hoy me ha tocado ir de pie. El autobús venía lleno desde un pueblo cercano, y no ha habido más remedio que aguantarse. Hasta ahí, todo normal.

Me he quedado de pie en la parte trasera del autobús, a la altura de una mujer que no hacía más que aspavientos, resoplaba y se quejaba por cada parada que hacía el conductor. Yo la miraba, y aunque inicialmente me daban ganas de contestar a sus quejas, al rato me ha dado por pensar que otros días soy yo el que muestra una actitud similar (quizá sin tanto aspaviento). Además, a eso hay que añadir algún dato que tengo la impresión de que esta mujer desconocía, y que de haber sabido seguramente hubiera provocado en ella otra reacción. Me explico.

Teóricamente el autobús no debe llevar pasajeros de pie, pero los lleva. Según el día y el conductor, sube gente de pie o se queda en tierra. Bien, hasta ahora esto era así, y muchas veces los conductores pasaban de largo, con el consiguiente cabreo de los usuarios que esperamos en la parada. Pero el martes pasado oí al revisor recordarle al conductor que desde ese día estaban obligados a entrar en la vía de servicio (una de las paradas está en una vía de servicio en la que no entran cuando no tienen plazas o hay otro autobús que entra inmediatamente antes) así que supongo que además de eso, ahora deben parar en todas las paradas en las que haya viajeros esperando, e informarles de que no llevan plazas disponibles o que van a tener que ir de pie, y que cada cual decida.

Por eso digo que todo depende de en que lado le pille a uno la situación, y sobre todo de cuánta información disponga, porque muchas veces nos lanzamos a emitir juicios e incluso sentencias sin tener toda la información. Y así nos luce el pelo.

Por cierto, en Las Rozas he tenido suerte, se ha bajado gente y me he sentado. Sin aspavientos.

En la sala de espera

Por desgracia estos últimos días he tenido que pasar bastante tiempo en la sala de espera de la UCI de un hospital.

Como supongo que le sucederá a mucha gente, lo de ir a un hospital no es algo que me guste demasiado; si acaso, para conocer a algún recién nacido, único caso positivo desde mi punto de vista por el que estar hospitalizado.

No es este el caso, más tratándose de la UCI. Aún así, el hospital o el centro de salud son de esos sitios donde me siento un poco ciudadano del mundo, porque me encuentro con gente a la que ni conozco ni tengo la impresión de que tenga nada que ver conmigo, pero durante ese rato que compartimos la espera me siento conectado.

Con el paso de los días pasas de la indiferencia y educación inicial a la complicidad, el trato medio familiar, pero también al asombro, pues no tarda mucho en aflorar la forma de ser de cada uno. Me llamaba la atención una familia que más que en la sala de espera a veces parecía estar en el salón de su casa: sólo les faltaba la tele. La primera vez que le sonó el móvil a la madre, con una melodía de todo menos discreta -y a un volumen quizá demasiado alto-, su reacción fue algo así como de apuro por la situación. Pero parece que pronto se le pasó, y lejos de cambiar de melodía, bajar o incluso quitar el volumen, lo mantuvo durante todo el tiempo, como si la quisiera convertir en el himno oficial de la sala de espera. El comportamiento de otros miembros de la familia, jugando a la PSP sin quitar volumen por ejemplo, no desentonaba con el de la madre. Para mi forma de ver, cuando menos inapropiado.

No pretendo que sea un funeral. Cada uno estamos allí por causas distintas y con horizontes de futuro bien distintos (su familiar fue trasladado a planta al cabo de un par de días, y nosotros seguimos allí, lo mismo que otra familia que debe de llevar más o menos los mismos días que nosostros) pero al menos esos ratos de espera deberían ser ratos tranquilos y llenos de respeto.


martes, 9 de marzo de 2010

¡Mediamarkt a la Moncloa!

Pues sí, en estos tiempos de crisis, cuando se habla de medidas que reactiven la economía, que despierten el consumo, etc, etc, etc, y de si se debe mantener o no la subida del iva prevista para julio, llega Mediamarkt y durante dos días descuenta el iva en casi todos sus productos (ni libros ni móviles no libres estaban incluídos en la oferta).

¿Que si estimula el consumo? Doy fe de que sí. Yo estuve a las cuatro de la tarde de ayer lunes, y directamente no pude aparcar dentro del recinto. Pero lo terrible no era eso, era la sensación de ver a la gente ebria de consumismo, llevándose artículos a pares, qué digo a pares, a medias docenas. Productos para ellos, para otros, ¡qué más da! ¿Necesarios? ¡Qué más da!

Y luego es lo que dice una compañera: si lo piensas, se trata de un descuento del 16%, que no está mal, pero que no es para volverse locos... ¿o sí?

El caso es que visto lo visto, parece que va a haber que proponer que Mediamarkt se ocupe de reactivar la economía...


martes, 23 de febrero de 2010

Bicis

Cada vez se ven más carriles bici. En la Ciudad Universitaria, donde yo trabajo, hace no muchos meses que lo han abierto/reformado, y muchos otros lugares ya disponen de este espacio RESERVADO para las bicicletas (y entiendo que para otros medios de transporte a ruedas no motorizados, tipo patines, patinete, monopatín, etc).

RESERVADO. Insisto. Somos la leche, lo siento. Nos encanta llevar la contraria. Nos falta tiempo para quejarnos de tanto asfalto, de tanto coche, de qué bueno sería que hubiera más aceras y más carriles bici... ¿para qué? Para que el carril bici se inunde de peatones. Sí, de peatones. Parece que como está pintado de otro color y es nuevo, es mejor ir andando por el carril bici. Y no será por falta de acera; porque otra cosa no, pero aceras hermosas en Ciudad Universitaria no faltan. No veo yo a la gente caminar por en medio del asfalto de la Avenida Complutense (a ver quién es el valiente) ¿Por qué no hacer lo mismo con el carril bici?

También es verdad que a veces se ve lo contrario: bicis circulando por la acera, con el carril bici al lado. Mal, en cualquier caso.

Cada vez que veo esto me doy cuenta de que no estamos preparados para ciudades con bici, como sucede en otros países e incluso ciudades de España. Y es una lástima, porque si algo le falta a Madrid es llenarse de bicis. Pero habrá que esperar de momento a que el carril bici se despeje un poco de peatones.

Dejo un enlace a una entrada en un blog donde se habla del carril bici de Ciudad Universitaria cuando estaba a punto de acabarse. Las fotos son de lo más ilustrativo.

Se me olvidaba: por si te lo preguntas, no, no voy a trabajar en bici, aunque ya me gustaría, ya. Soy peatón, e intento ir por la acera...