martes, 26 de abril de 2011

Hartura

Poner la radio, la tele, leer los periódicos... todos los días es lo mismo. En política, quiero decir.

Resulta sorprendente escuchar a políticos de uno y otro bando lanzarse los trastos a la cabeza, preocuparse más de lo que hace o deja de hacer el otro que de lanzar un mensaje positivo, que bastante tenemos con lo que tenemos. A veces pienso cómo es posible que se crean las cosas que sueltan de manera gratuita, porque aquí soltar disparates es gratis.

La pena es que, como en el anuncio, estamos como dormidos, anestesiados que dicen en algunos medios. Y es verdad. Nos tragamos cualquier cosa con tal de que nos dejen en paz. Metemos a todos en el mismo saco, pero al final seguimos encasillados, fieles como corderitos a nuestra ¿ideología? Y así nada cambia. Partido de tenis: ahora sacan unos, luego les toca sacar a los otros.

Tenemos la desgracia de padecer un sistema político bipartidista de hecho, acomodado, y poco dado a pensar en la gente. Y las voces en el desierto que claman contra esa situación al final son sólo eso, voces en el desierto.

Ay, dios mío, qué hartura....

Libros perdidos

Pues otra historia de biblioteca al canto; es lo que tiene visitarla tan frecuentemente como lo hago en estos últimos meses.


No me limito a ir allí a estudiar, sino que de vez en cuando me doy una vuelta por las estanterías buscando algún libro que pueda interesarme, y de hecho ya he encontrado más de uno. El caso es que son muchas las ocasiones en las que encuentro libros que no están donde deberían estar, bien en un estante que no les corresponde, bien en un lugar alfabético equivocado.

Más de una vez he visto en bibliotecas avisos a los usuarios para que no coloquen ellos los libros en las estanterías porque, es verdad, un libro mal colocado es un libro perdido, y es una auténtica lástima que hasta que no hagan un inventario, ese libro pueda quedar olvidado.

Yo intento poner mi grano de arena, y cuando encuentro libros olvidados, los coloco en su sitio o si dudo, los dejo sobre la mesa para que los bibliotecarios, que de esto saben un rato, los devuelvan al lugar que les corresponde.