viernes, 22 de febrero de 2008

Otra vez, 16 meses después

Como si de un ciclo se tratara, me encuentro 16 meses después en el mismo punto: me marcho de un trabajo en la misma zona de entonces dejé, para cambiar a otro en la misma zona a la que me fui. Por supuesto que cada uno de esos sitios son diferentes, y que lo que dejo hoy poco o nada tiene que ver con lo que dejé hace ya más de un año. Me han bastado unos pocos meses aquí para decir ¡basta!

Lo único que espero dejarme aquí es la decepción que estos más de 8 meses me han causado. Me marcho agradecido hacia quien debo estarlo, pero sin perder un segundo en mirar atrás, y pensando tan solo en lo que tiene que llegar en apenas unos días: nueva empresa, nuevo proyecto, compañeros... una nueva aventura que espero que me aporte mucho y bueno. Con esa ilusión parto.

Este es un año de novedades y de dejar cosas atrás. Y este sitio, para mí, hace tiempo que quedó atrás.

jueves, 14 de febrero de 2008

Aseos


Me vas a permitir -o perdonar- que hoy me tire por lo escatológico. Esto es un observatorio, y aquí cabe de todo, así que nada, a apechugar :-)

Si hablo sobre este tema es porque me resulta curioso que algo tan cotidiano como ir al aseo en el centro de trabajo arroje tanta información sobre los usos, costumbres y educación de la gente. Como es lógico y natural, me ceñiré al comportamiento masculino.

La primera distinción está en el sitio elegido para miccionar: el inodoro de toda la vida (también conocido como la taza, el trono, etc.) o esos sanitarios exclusivos de los aseos masculinos, situados a media altura en la pared.

Yo personalmente me inclino por los segundos, que están diseñados para eso, para miccionar. Otros prefieren los primeros. Cada uno da su juego, como verás a continuación.



Me centraré primero en los inodoros de pie. El asunto más controvertido con estos viene a la hora de apretar el botón que suelta el chorro de agua para limpiarlo. Yo siempre lo aprieto después, nunca antes, salvo que a la vista sea estrictamente necesario; lo hago por una cuestión de minimizar el gasto de agua. Pero he visto todas las combinaciones: los que lo aprietan después, los que lo hacen tanto antes como después, o los que directamente parece que no se percataran de la existencia y/o utilidad del citado pulsador. Por suerte, hay aseos con un sensor que descarga al usuario de tan difícil elección. El comportamiento que tenemos mientras miccionamos en este tipo de inodoros, sobre todo cuando hay más de una persona siempre ha nutrido a los humoristas: mirada a la pared, esperando, esperando... :-)

Con el otro tipo de inodoros sucede tres cuartos de lo mismo, así que no ahondaré más en el asunto, y me centraré para estos en lo que se refiere a la puerta y las tapas. Algunos dejan la puerta abierta, que se les vea (a estos no les entiendo: para eso que utilicen el otro tipo de inodoro). Los hay que la dejan entreabierta; también que cierran, pero sin pestillo, y por último los que cierran con pestillo y todo. Lo que sucede dentro sólo se adivina después. Me refiero a si han tirado o no de la cadena, si han levantado o no la tapa, y cómo andan de puntería.

El asunto de la defecación da mucho menos juego, pero aún así se pueden observar varias cosas: que para algunos la escobilla es un elemento decorativo; que a la mayoría nos da corte que nos oigan apretar; que a pesar de la ley antitabaco, algunos se empeñan en dejar en el aseo la prueba olorosa de que se han saltado la ley a la torera; y que cuando el cartel dice que el papel para secarse las manos no se deshace en el agua, eso significa que no hay que tirarlo al inodoro, porque luego se atasca...

Una vez visto esto, sólo me queda hacer referencia a la cuestión del lavado de manos. Igual que en los apartados anteriores, se puede ver de todo: los que, como yo, se las lavan después; los que, como Torrente, veneran su miembro viril y se las lavan antes. Que se las laven antes y después no sé si he visto alguno. Pero de los guarros que no se las lavan nunca, bastantes. Y lo peor de todo es que abren la puerta tranquilamente... (no seguiré por este jardín...)

Ya te decía yo que este tema da mucho juego, y eso que he intentado no profundizar mucho...

Off-the-record


Por si no lo conoces, se trata de un término periodístico que se refiere a aspectos de una entrevista o conversación que no deberían hacerse públicos. Y digo que no deberían porque es frecuente encontrarse con perlitas extraidas precisamente de este tipo de situaciones. Las más recientes se vieron hace unos días durante una retransmisión de un partido de fútbol en Telecinco, y antes de ayer tras la entrevista al presidente del Gobierno en los informativos de Cuatro.



Tengo que reconocer que en el caso de este vídeo, nadie me garantiza que esto no sea un montaje, así que lo dejo en suspenso. El de Telecinco parece mucho más explícito:





Mi primera reacción es de rechazo ante este tipo de filtraciones, porque me parece juego sucio; incluso a veces se sacan fragmentos fuera de contexto y el escándalo que se pretende es aún mayor. Es de ese tipo de situaciones en las que piensas: "eso no está bien".

Pero me parece que no es menos cierto que sin ellas nos perderíamos una parte de la realidad de las cosas. Es como cuando las revistas nos presentan imágenes ideales de un personaje famoso. Cuánto bien les ha hecho el retoque fotográfico a ellos, a la vez que a nosotros nos ha sumido en el engaño. Estos personajes públicos no sólo deberían ser una imagen; para mucha gente son una referencia, un espejo en el que mirarse. Sí, nadie es perfecto, pero que no nos engañen tanto, porque lo que consiguen es que muchas personas se formen una visión del mundo y de la gente que nada tiene que ver con la realidad.

Como ves, me cuesta mojarme en este asunto, porque a la ética periodística se contrapone el derecho a la información. Si un político, artista, líder de masas, o lo que sea vende una forma de entender la vida cuando la cámara está encendida y luego, cuando cree que está apagada, se muestra que no es oro todo lo que reluce, a lo mejor vale la pena dejar la cámara y los micrófonos encendidos. Pero sólo a lo mejor...