martes, 20 de octubre de 2009

B.S.O.

7:30 a.m. Estoy llegando al trabajo. Todavía es de noche, y en mis auriculares empieza a sonar "I'm yours" de Jason Mraz, que es un tema que últimamente me gusta mucho escuchar. Y de repente parece que estoy metido dentro de un videoclip. Todo encaja con la música: mis pasos, mi respiración, un par de hojas que caen de los árboles... me olvido de todo durante un instante y realmente disfruto del momento. Sé que sólo va a ser eso, un momento, pero nadie puede ya arrebatarme esa sensación de que todo encaja. No hace falta forzarlo, sale solo.

¿No te ha pasado nunca eso de ir en el bus, en el coche, en el tren, y que de repente empiece a sonar una canción y parezca que todo forma parte de un guión?


miércoles, 16 de septiembre de 2009

Marcas blancas vs. marcas de confianza

Desde hace unas semanas puede verse en televisión una serie de anuncios en los que marcas líderes en sus respectivos sectores se unen para recordarnos lo buenas (y caras) que son, bajo el lema de "marcas de confianza". Antes de eso, ya se veían anuncios de cada marca que al final insistían en que son únicas, que no fabrican para otros.

Desde hace ya tiempo, y más aún ahora en época de crisis (¿qué crisis?), parece que muchos consumidores hemos optado por las denominadas marcas blancas o de distribuidor, que así han ganado una importante cuota del mercado que hasta ahora copaban las que se autodenominan marcas de confianza. Está claro que éstas ven las orejas al lobo, y han tomado cartas en el asunto.

No dudo de la calidad de dichas marcas. Está claro que el precio no sólo lo determina un nombre o el número de anuncios que emiten en televisión. Pero por la misma razón tampoco dudo de la calidad de las marcas blancas. En algunos casos los productos de estas marcas blancas están fabricados por empresas de prestigio que venden el mismo artículo bajo su marca comercial, aunque algo más caro, eso sí.

Son marcas líderes, sí. Pueden considerarse de confianza, sí. Pero eso no significa que las marcas blancas no sean de fiar. Mientras no me demuestren lo contrario, yo me sigo fiando. Barato no es siempre sinónimo de malo, como caro tampoco lo es de bueno.

jueves, 13 de agosto de 2009

Velocidad (conductores vol. 2)

Como ya contaba en la mirada anterior, soy conductor más por necesidad que por gusto. Normalmente voy al trabajo en transporte público, pero ahora en verano estoy aprovechando para bajar en coche al trabajo y ahorrarme así algo de tiempo (una media hora en total).

Una de las cosas que me gusta hacer cuando voy solo en el coche es observar los comportamientos de la gente al volante. Como es de esperar, se ve de todo, y no necesito remontarme muy lejos, tan sólo entre ayer y hoy he visto cosas que son para dar de comer a parte...

Gente que se nota que para ellos los espejos son algo tan prescindible los intermitentes. Muchas veces digo en broma que dentro de unos años la evolución natural llevará a que los coches no tengan intermitentes, dado que mucha gente no los toca, o los toca cuando ya no tiene sentido (¿o tiene lógica ponerlo cuando ya has tomado la salida correspondiente de la autopista pero no antes?)
Dos ejemplos de ayer mismo: un conductor que parecía borracho, pues se metía en el carril de la izquierda sin mirar y cuando se daba cuenta de que venía disparado un coche por ese carril daba un volantazo para volver al de la derecha, y un señor mayor que a bordo de un C5, tan señorial él, se cambió de carril delante de mis narices y sin poner el intermitente, obligándome a frenar. ¡¡Olé tus h...!!

Lo de ir por cualquier carril distinto del derecho es otro tema para hacer una tesis completa. Esto parece la colonización del carril-que-no-sea-el-derecho. Se plantan ahí, y ahí se quedan. Da igual si van a 100 o a 90 o a la velocidad que sea por la autopista; ese es su carril y de ahí no les mueve nadie. Que los demás esperen su turno. Y claro, los demás les tienen que adelantar -mal hecho- por el carril de la derecha.

Luego están los cagaprisas del zigzag, o el que como esta mañana, estaba nerviosito por adelantar y no ha tenido reparo en superar de una vez a 5 o 6 coches por una carretera secundaria, pasándose en bastantes metros la señal de prohibido adelantar.

Podría seguir así indefinidamente, porque hay mil comportamientos al volante. Como decía mi profesor de autoescuela, sabemos circular, pero de ahí a saber conducir...

Por último quería hablar acerca de la velocidad. Yo normalmente me desplazo en el Ibiza que tenemos desde hace 8 años; el Altea apenas lo cojo. Pero es con este último con el que puedo comprobar las oscilaciones de velocidad que tenemos sobre todo en autopista.

Resulta que este coche trae un regulador de velocidad, que permite ir a velocidad constante sin tener el pedal en el acelerador. Compruebo así cómo la gente pasa de ir varios kilómetros por hora por encima del límite permitido, y luego al rato les adelanto (y no me refiero a una cuesta) a una velocidad que me hace preguntarme si el conductor no se estará durmiendo.

Todo esto viene porque tengo visto y comprobado que la velocidad es algo contagioso, y la que llevan los coches de alrededor acaba determinando la que en un momento dado adquirimos nosotros. A veces parece como si nos incomodara llevar durante varios kilómetros el mismo coche delante, y nos falta tiempo para adelantarle, aunque para ello tengamos que superar el límite permitido.

Puedes ir a 100 km/h y parecer que vas como una tortuga o al revés, según la velocidad que lleven los de al lado. Yo llevo una temporada intentando respetar casi a rajatabla los límites de velocidad, y tengo que reconocer que es algo muy recomendable, aunque no tan contagioso como la velocidad.



martes, 21 de julio de 2009

Conductores

Hace más de ocho años que me saqué el carné de conducir. No me considero para nada un buen conductor, y si conduzco lo hago por un sentido práctico. Más allá de la estética o de otro tipo de consideraciones, para mí el coche sólo es un medio de transporte más que en muchos momentos me facilita la vida. Si puedo elegir, prefiero ir en otro medio de transporte o que sean otros los que conduzcan. Y también sé que, como les sucede a muchos, conducir saca lo peor de mí.

Pero hasta cierto límite.

Cada cual tiene su forma de conducir, con sus miedos, sus inseguridades, o justo lo contrario, con su arrojo o su valentía. Para mí no es raro utilizar varias veces mientras conduzco la palabra huevón/huevona para referirme a un conductor o conductora que va por la carretera con excesiva tranquilidad, o que parece ir con cierto grado de empanamiento al volante. Pero todo queda ahí, alguna exclamación, y al final paciencia, porque no queda otra.

Porque no queda otra, y porque nadie sabe qué hay en la cabeza de la persona que conduce el coche que va delante. Seguro que yo hago cosas que el que va detrás mío considera de huevón. Hastá aquí todo correcto. Lo comido por lo servido.

El problema se presenta cuando el que viene por detrás va un paso más allá, como me sucedió hace unos días.

Entré en una rotonda de estas malas, malas, con dos carriles en los que nos metemos coches que venimos de tres carriles distintos. A mí me tocó llegar por el del medio. Salí con cuidado de no comerme al que venía por mi derecha, pero parece que me quedé un poco en medio y debí molestar a algún coche que venía por mi izquierda, al que no había visto previamente. De repente empecé a oír una pitada enérgica; pensé que no era por mí, y seguí hasta la siguiente salida, que es la que me tocaba coger. Pero la pitada seguía.

Cuando ya me había salido de la rotonda, me encuentro con que el coche que pitaba sigue haciéndolo y se me echa encima, cerrándome el paso. Me asusté y tuve que frenar bastante. Después de unos metros así, el BMW (¿te gusta conducir?) siguió su camino a toda velocidad y yo intenté reponerme del susto como buenamente pude, alucinando, por supuesto.

Sigo sin entender que pueda haber gente así. Como ya decía en otra mirada, no basta con intentar conducir de la mejor manera posible (si bien en este caso reconozco que posiblemente mi maniobra fue de todo menos correcta), sino que hay que cruzar los dedos para no encontrarte con uno de esos locos al volante que piensan que su coche es un fórmula uno y que son pilotos profesionales, que la autovía es el circuito de Montmeló, y que tú eres un obstáculo en su carrera de turno.

Lo peor de todo es que muchas veces esas personas tienen la suerte de librarse de radares, multas, etc. o directamente pasan de todo, y el resto tenemos la mala suerte de tener que compartir calzada con ellos.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Epitafio

"Cuantos hablan de mí no me conocen,
y al hablar me calumnian;
así, todos me maldicen hasta que me encuentran,
mas al encontrarme descansan,
y a mí me salvan,
aunque yo nunca descanso"

Javier Marías, "Mañana en la batalla piensa en mí"

Es un pasaje del libro que estoy terminando, y este epitafio que se refiere a la muerte me ha llamado la atención. Momento oportuno para epitafios; ayer falleció Antonio Vega.

miércoles, 8 de abril de 2009

Eufemismos

Ayer se conocía la muerte de Mari Trini, una cantante española que tuvo sus años de esplendor allá por la década de los 80. No uno, sino varios medios de comunicación donde se dio la noticia decían que había fallecido tras una larga enfermedad. Eufemismo.

Hace ya tiempo que tengo comprobado que larga enfermedad es en la gran mayoría de los casos un sinónimo de cáncer. Y lo cierto es que no entiendo por qué hacen uso del eufemismo, como queriendo suavizar algo que es el pan nuestro de cada día -quien más y quien menos conoce a alguien cercano que ha muerto de cáncer- y sin embargo no tienen ningún pudor en mostrarnos en los telediarios imágenes crudas o noticias que nos dejan con mal cuerpo.

Más tarde, en otro medio, pude enterarme de que Mari Trini había muerto de cáncer de pulmón.



lunes, 16 de marzo de 2009

El asiento en el bus

¿Viajas en bus? Cuando vas a sentarte, ¿tienes un asiento preferido?, ¿prefieres pasillo o ventana?, ¿solo o acompañado?

Yo cojo cada día 4 autobuses distintos, dos interurbanos y los otros dos municipales. Los interurbanos son más tipo autocar, puesto que recorren algo más de 25 km. Los de la EMT son más para desplazamientos cortos, menos cómodos y con más plazas para ir de pie (en los primeros, en teoría, sólo en teoría, no pueden ir viajeros de pie).

Cada persona tiene sus manías a la hora de sentarse en el bus, sí. Para empezar, lo que más se ve, y me incluyo, es que salvo raras excepciones siempre buscamos asientos que no tengan acompañante. Preferimos estar solos. Nada que objetar, salvo que la mayoría de las veces alguien se acabará sentando a nuestro lado,, así que puestos a ir acompañados, mejor elegir ¿no? Además, de esa forma se dejan 2 asientos libres para el caso de que dos personas suban juntas.

Una vez que damos con el codiciado tesoro (pareja de asientos vacíos) hay varias formas de comportarse: los que nos sentamos directamente en el lado de la ventana y los que por el contrario eligen pasillo. Seré malpensado, pero en la mayoría de los casos creo que lo hacen para conseguir un efecto de barrera visual que hace que la persona que llega después busque otro asiento antes que tener que hacer levantarse a esa persona. Soy malpensado, sí, pero me baso en hechos: al cabo de un rato, cuando saben que nadie más va a subir, se colocan en el asiento de la ventanilla (algunos, no todos).

Los que eligen ventanilla y quieren ir solos, utilizan el recurso de ocupar con sus pertenencias (bolso, mochila, bolsas varias, etc.) el asiento de pasillo. Luego nunca me atrevo, pero siempre pienso que debería ocupar ese sitio y hacer que quitaran sus cosas, porque pagan un asiento, y no dos.

Otro tema curioso es el de los que a mitad de camino, cuando se baja gente y quedan dos plazas vacías se cambian de sitio. Salvo casos higiénica o espacialmente recomendables, yo soy partidario de quedarme en el sitio que he elegido. Será tontería por mi parte, pero me parece una cierta falta de respeto al que se sienta a mi lado.

Y para terminar entraríamos en invasión de espacio del acompañante, colocación de los pies sobre el asiento y otras lindezas que dejan a las claras a veces la falta de educación en algo tan elemental como viajar en bus.


viernes, 13 de febrero de 2009

Hasta el rabo, todo es toro

Me vienen a la cabeza unos cuantos dichos/refranes:

"No por mucho madrugar amanece más temprano"
"A quien madruga, Dios le ayuda"
"Los últimos serán los primeros"
"No hay prisa, no hay prisa"
;-)

Hay veces que no todo es 2+2=4. Salir pronto de casa no implica llegar antes al destino.
A escasos 150 m de la parada he visto cómo se iba el bus que otros días sí cogía a tiempo. Lo lógico sería pensar que hoy llegaría más tarde al trabajo.

Pues oh, sorpresa. He llegado antes que ningún día. El siguiente autobús ha pasado apenas medio minuto después, y no se ha comido la mayoría de paradas de su predecesor.

A lo que voy: "hasta el rabo, todo es toro".

lunes, 2 de febrero de 2009

De pandereta

Sí, así es. Como dice un compañero, éste es un país de pandereta. A veces se producen noticias que hacen que por un momento no me sienta tan feliz de haber nacido y vivir aquí, en España.

Hace unas pocas semanas, en medio de una situación bélica en oriente próximo por el enfrentamiento entre palestinos e israelíes, veía con asombro cómo varias cadenas de televisión interrumpían su emisión para ofrecer la rueda de prensa del dimisionario presidente de un club de fútbol. Trascendental noticia, sí.

La semana pasada, con los jueces decidiendo si van o no a la huelga por culpa del estado actual de la justicia en España, salta la noticia de que un juez de la Audiencia Nacional va a procesar a una serie de ex-altos cargos de la administración de Israel por unos bombardeos en la franja de Gaza que tuvieron lugar hace seis o siete años, atendiendo a una demanda presentada por no sé qué organización de defensa de los palestinos.

Me parece muy bien, justicia universal lo llaman, pero no deja de ser para echarse a llorar. Son paradojas propias de un país de pandereta, sin más.

lunes, 5 de enero de 2009

La ola


La última película que fui a ver hace ya unas semanas fue "La ola".

Se trata de una cinta alemana basada en una historia real que sucedió hace algunas décadas en un instituto de Estados Unidos, donde un profesor realizó un experimento con sus alumnos a propósito de la autocracia. Tuvo que cortar en seco al ver que dicho experimento se le escapaba de las manos.

La película se ambienta en un colegio en la Alemania de nuestros días, lo cual creo que le aporta más fuerza aún. Dentro de la denominada semana de proyectos, los alumnos se apuntan a un determinado grupo que trabajará sobre una forma de gobierno concreto, en este caso, de la autocracia.

El profesor, que inicialmente quería llevar el grupo que se ocupaba del anarquismo, va descubriendo poco a poco que puede obtener respuestas positivas de sus alumnos, sobre todo en el caso de aquellos que tienen alguna dificultad en las clases habituales. A través de este taller intenta ayudar a esos alumnos, y para ello decide crear una especie de régimen autocrático dentro de la clase, que poco a poco irá teniendo una acogida bastante mayor de la esperada, provocando que los alumnos se sientan completamente identificados con ese régimen denominado "La ola".

Me gustó cómo se reflejan diversos tipos de jóvenes según su personalidad, condición social, etc, y la manera en que cada uno acoge la pertenencia a ese grupo. También, afortunadamente, hay voces discordantes. Es interesante cómo el profesor en un momento de la película pierde el rumbo de algo que debería tener controlado.

No sé, no soy capaz de explicar todos los matices que se pueden encontrar en esta película, pero creo que hago bien en recomendarte que cuando puedas la veas. Vale la pena y da qué pensar.