jueves, 11 de marzo de 2010

Otra más en el bus

Está claro: muchas veces las situaciones se ven de forma radicalmente opuesta según el lado en el que le toque a uno estar.

La historia ha sucedido en el bus. Normalmente voy sentado, pero hoy me ha tocado ir de pie. El autobús venía lleno desde un pueblo cercano, y no ha habido más remedio que aguantarse. Hasta ahí, todo normal.

Me he quedado de pie en la parte trasera del autobús, a la altura de una mujer que no hacía más que aspavientos, resoplaba y se quejaba por cada parada que hacía el conductor. Yo la miraba, y aunque inicialmente me daban ganas de contestar a sus quejas, al rato me ha dado por pensar que otros días soy yo el que muestra una actitud similar (quizá sin tanto aspaviento). Además, a eso hay que añadir algún dato que tengo la impresión de que esta mujer desconocía, y que de haber sabido seguramente hubiera provocado en ella otra reacción. Me explico.

Teóricamente el autobús no debe llevar pasajeros de pie, pero los lleva. Según el día y el conductor, sube gente de pie o se queda en tierra. Bien, hasta ahora esto era así, y muchas veces los conductores pasaban de largo, con el consiguiente cabreo de los usuarios que esperamos en la parada. Pero el martes pasado oí al revisor recordarle al conductor que desde ese día estaban obligados a entrar en la vía de servicio (una de las paradas está en una vía de servicio en la que no entran cuando no tienen plazas o hay otro autobús que entra inmediatamente antes) así que supongo que además de eso, ahora deben parar en todas las paradas en las que haya viajeros esperando, e informarles de que no llevan plazas disponibles o que van a tener que ir de pie, y que cada cual decida.

Por eso digo que todo depende de en que lado le pille a uno la situación, y sobre todo de cuánta información disponga, porque muchas veces nos lanzamos a emitir juicios e incluso sentencias sin tener toda la información. Y así nos luce el pelo.

Por cierto, en Las Rozas he tenido suerte, se ha bajado gente y me he sentado. Sin aspavientos.

En la sala de espera

Por desgracia estos últimos días he tenido que pasar bastante tiempo en la sala de espera de la UCI de un hospital.

Como supongo que le sucederá a mucha gente, lo de ir a un hospital no es algo que me guste demasiado; si acaso, para conocer a algún recién nacido, único caso positivo desde mi punto de vista por el que estar hospitalizado.

No es este el caso, más tratándose de la UCI. Aún así, el hospital o el centro de salud son de esos sitios donde me siento un poco ciudadano del mundo, porque me encuentro con gente a la que ni conozco ni tengo la impresión de que tenga nada que ver conmigo, pero durante ese rato que compartimos la espera me siento conectado.

Con el paso de los días pasas de la indiferencia y educación inicial a la complicidad, el trato medio familiar, pero también al asombro, pues no tarda mucho en aflorar la forma de ser de cada uno. Me llamaba la atención una familia que más que en la sala de espera a veces parecía estar en el salón de su casa: sólo les faltaba la tele. La primera vez que le sonó el móvil a la madre, con una melodía de todo menos discreta -y a un volumen quizá demasiado alto-, su reacción fue algo así como de apuro por la situación. Pero parece que pronto se le pasó, y lejos de cambiar de melodía, bajar o incluso quitar el volumen, lo mantuvo durante todo el tiempo, como si la quisiera convertir en el himno oficial de la sala de espera. El comportamiento de otros miembros de la familia, jugando a la PSP sin quitar volumen por ejemplo, no desentonaba con el de la madre. Para mi forma de ver, cuando menos inapropiado.

No pretendo que sea un funeral. Cada uno estamos allí por causas distintas y con horizontes de futuro bien distintos (su familiar fue trasladado a planta al cabo de un par de días, y nosotros seguimos allí, lo mismo que otra familia que debe de llevar más o menos los mismos días que nosostros) pero al menos esos ratos de espera deberían ser ratos tranquilos y llenos de respeto.


martes, 9 de marzo de 2010

¡Mediamarkt a la Moncloa!

Pues sí, en estos tiempos de crisis, cuando se habla de medidas que reactiven la economía, que despierten el consumo, etc, etc, etc, y de si se debe mantener o no la subida del iva prevista para julio, llega Mediamarkt y durante dos días descuenta el iva en casi todos sus productos (ni libros ni móviles no libres estaban incluídos en la oferta).

¿Que si estimula el consumo? Doy fe de que sí. Yo estuve a las cuatro de la tarde de ayer lunes, y directamente no pude aparcar dentro del recinto. Pero lo terrible no era eso, era la sensación de ver a la gente ebria de consumismo, llevándose artículos a pares, qué digo a pares, a medias docenas. Productos para ellos, para otros, ¡qué más da! ¿Necesarios? ¡Qué más da!

Y luego es lo que dice una compañera: si lo piensas, se trata de un descuento del 16%, que no está mal, pero que no es para volverse locos... ¿o sí?

El caso es que visto lo visto, parece que va a haber que proponer que Mediamarkt se ocupe de reactivar la economía...