Caminante privilegiado
Me encanta pasear por las calles de la ciudad; ésas que normalmente le obligan a uno a hacer un eslálom sorteando personas, abriéndose paso, contorsionando el cuerpo, y con la sensación de caminar contracorriente, como un conductor suicida por la autopista.
Disfruto paseando precisamente cuando no hay que hacer todo esto; cuando me cruzo con tan poca gente que casi me da tiempo a quedarme con sus caras.
Los días de vacaciones de julio, y sobre todo de agosto; los puentes a los que tantos se apuntan; las primeras horas de la mañana, cuando la ciudad despierta con legañas, pitidos desagradables, olor a churros, y ruido intermitente de coches que pasan. Es entonces cuando Madrid muestra una de sus muchas caras ocultas; privilegio que no me canso de contemplar.
(Foto extraída de la web www.flickr.com)
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