viernes, 29 de agosto de 2008

Sólo canciones


Huyo cada vez más de los dogmatismos de cualquier tipo, de las frases que intentan sentar cátedra y más aún en lo que a gustos se refiere. Huyo de quienes las pronuncian e intento no ser parte de ese grupo.

Esta declaración de principios, aparentemente muy genérica y contradictoriamente tajante es la que quiero que sirva de base para esta mirada de hoy. Realmente es una mirada que empecé hace más de un año, pero como los canciones o cualquier obra de arte, algunas tardan más en salir que otras.

Al igual que sucede en casi todas las facetas artísticas, es complicado medir la bondad o no de una determinada pieza musical, sea del estilo que sea. No sé si existe alguna forma de hacerlo más allá del criterio personal de cada uno; imagino que algún entendido podrá llevarme la contraria. Pero más allá de unos mínimos que el común de los mortales entendemos como algo que supera los umbrales del ruido, está claro que cada uno tenemos nuestros gustos.

Como decía un amigo "sobre gustos no hay nada escrito, pero habría que ir escribiendo" O no. Oye, que cada uno tenga sus gustos, que para eso son suyos. Yo, en cuestiones musicales no me caso con nadie. No puedo decir que me guste todo, pero sí que me gusta de todo. No endioso a ningún artista, e intento no despreciar a ninguno (aunque a veces es complicado). Para mí, al final lo que cuentan son las canciones tal y como llegan a mis oídos.

Antes decía que no sé si existe una manera de medir la bondad de una canción, pero he de reconocer que yo sí tengo mi particular registro de canciones que merecen un lugar destacado en mi vida. Da lo mismo que sea de los Beatles, de Fito, de Bisbal, de un artista desconocido o de Antonio Machín; si al escucharla me produce un escalofrío, agradable por supuesto, esa canción pasa sin remedio a mi lista de grandes éxitos. Y no hay más, porque al final son sólo eso, canciones que a fuerza de acompañarme forman parte de la banda sonora de mi vida.

No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que todos tenemos nuestra particular banda sonora, y se trata de algo único, personal, y yo diría que intransferible. Ni mejor ni peor que la del resto.



jueves, 28 de agosto de 2008

Comunidad vol. 2

Hace ahora casi dos años te abrí una ventana a mi comunidad de vecinos. Sigo en la misma, y básicamente seguimos siendo los mismos, con las mismas problemáticas. En estos últimos días se está fraguando incluso una especie de golpe de estado, o más bien golpe de comunidad, para la remoción del presidente (sí, sí, remoción es el palabro técnico que se emplea para expresar que le vamos a echar).

Pero no es de eso de lo que quiero hablarte hoy. Lo que quiero contarte es que en estas últimas semanas ha cambiado la visión que tengo de muchos de mis vecinos. Es lo que tiene esto del verano, de salir a la piscina y poder compartir tiempo, conversaciones, paseos, juegos, piscinas y demás con ellos y con sus hijos, y que han hecho que la mayoría de los días no los pase en casa aplatanado, tirando las tardes libres de la jornada de verano que ya está a punto de acabar. No, eso ha quedado ya para la historia.

Ahora lo que se lleva es salir a nuestro reducidísimo trozo de césped y pasar la tarde entre baño y baño con los vecinos. Piscinita, algún partido de pádel, mucha charleta, mucho niño corriendo de un lado para otro y sobre todo mucha alegría y familiaridad.

Sí, cada cual somos de nuestro padre y de nuestra madre. Pero la sensación es de total normalidad, en contraste con esas crispadas reuniones de comunidad. Ahora conozco a la gente por su nombre y no por el portal en el que viven y puedo, como ayer, compartir con ellos un larguísimo apertivo que se hizo comida, sobremesa, mus, merienda y por poco cena, y todo ello en el mismo sitio, junto a la piscina. Aunque seguirá abierta hasta el día 15, mañana cerraremos la temporada; primero con una chocolatada de merienda para los niños, y después con una cena de picoteo para todos.

Si hace dos años me preguntaba cómo poner de acuerdo al mundo si parece poco menos que imposible hacerlo con 70 vecinos, hoy tengo que abrir una ventana bien grande a la esperanza porque incluso dentro de esa multitud que aparentemente no se entiende es posible encontrarse formando parte de una pequeña-gran familia.

¡Olé por mi comunidad!