martes, 10 de junio de 2008

¿Se acaba el mundo?

Hay estos días una cuña publicitaria en la radio en la cual una mujer le pregunta a su marido si no le parece que 237 botellas de agua es una cantidad más que suficiente para llevarse del supermercado a casa. El hombre en cuestión hace referencia a una súperoferta en el precio de un coche que para él sólo puede significar una cosa: que el mundo se acaba.

Ayer fue lunes; un lunes cualquiera sin nada que lo hiciera distinto de cualquier otro comienzo de semana. Sí, un poco de lluvia y frío que para ser 9 de junio no es lo habitual, pero poco más.
Sin embargo hubo dos imágenes que ahora siento no haber captado con la cámara de mi móvil: por un lado largas filas de coches esperando para repostar a la entrada de varias gasolineras, y por otro, los estantes de fruta, congelados, huevos y carne completamente vacíos en el supermercado.

¿Qué significa esto? ¿Que el mundo se acaba? ¿Que la gente se va a encerrar en su casa hasta que España caiga en cuartos (si no es antes)? Pues no, parece que no es nada de eso. Según dicen, hay huelga de transportistas, y en este país donde el juego del mensajero se desarrolla en toda su intensidad, una simple chispa puede hacer que arda Troya. ¿Problemas de desabastecimiento? Por lo que dicen, no los hay. ¿Histerismo injustificado? De eso nos sobra.

Yo hoy las seis saldré del trabajo y haré lo que tanto me gusta hacer de vez en cuando: llevar la contraria. Es decir, me iré a entrenar, pasaré olímpicamente del debut de la selección española de fútbol, y ni pasaré por el supermercado ni repostaré en la estación de servicio más cercana.

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