martes, 21 de julio de 2009

Conductores

Hace más de ocho años que me saqué el carné de conducir. No me considero para nada un buen conductor, y si conduzco lo hago por un sentido práctico. Más allá de la estética o de otro tipo de consideraciones, para mí el coche sólo es un medio de transporte más que en muchos momentos me facilita la vida. Si puedo elegir, prefiero ir en otro medio de transporte o que sean otros los que conduzcan. Y también sé que, como les sucede a muchos, conducir saca lo peor de mí.

Pero hasta cierto límite.

Cada cual tiene su forma de conducir, con sus miedos, sus inseguridades, o justo lo contrario, con su arrojo o su valentía. Para mí no es raro utilizar varias veces mientras conduzco la palabra huevón/huevona para referirme a un conductor o conductora que va por la carretera con excesiva tranquilidad, o que parece ir con cierto grado de empanamiento al volante. Pero todo queda ahí, alguna exclamación, y al final paciencia, porque no queda otra.

Porque no queda otra, y porque nadie sabe qué hay en la cabeza de la persona que conduce el coche que va delante. Seguro que yo hago cosas que el que va detrás mío considera de huevón. Hastá aquí todo correcto. Lo comido por lo servido.

El problema se presenta cuando el que viene por detrás va un paso más allá, como me sucedió hace unos días.

Entré en una rotonda de estas malas, malas, con dos carriles en los que nos metemos coches que venimos de tres carriles distintos. A mí me tocó llegar por el del medio. Salí con cuidado de no comerme al que venía por mi derecha, pero parece que me quedé un poco en medio y debí molestar a algún coche que venía por mi izquierda, al que no había visto previamente. De repente empecé a oír una pitada enérgica; pensé que no era por mí, y seguí hasta la siguiente salida, que es la que me tocaba coger. Pero la pitada seguía.

Cuando ya me había salido de la rotonda, me encuentro con que el coche que pitaba sigue haciéndolo y se me echa encima, cerrándome el paso. Me asusté y tuve que frenar bastante. Después de unos metros así, el BMW (¿te gusta conducir?) siguió su camino a toda velocidad y yo intenté reponerme del susto como buenamente pude, alucinando, por supuesto.

Sigo sin entender que pueda haber gente así. Como ya decía en otra mirada, no basta con intentar conducir de la mejor manera posible (si bien en este caso reconozco que posiblemente mi maniobra fue de todo menos correcta), sino que hay que cruzar los dedos para no encontrarte con uno de esos locos al volante que piensan que su coche es un fórmula uno y que son pilotos profesionales, que la autovía es el circuito de Montmeló, y que tú eres un obstáculo en su carrera de turno.

Lo peor de todo es que muchas veces esas personas tienen la suerte de librarse de radares, multas, etc. o directamente pasan de todo, y el resto tenemos la mala suerte de tener que compartir calzada con ellos.