jueves, 27 de octubre de 2016

Dos a cambio de uno...

Anteayer por la tarde recibí -vía Whatsapp, que es lo que toca en estos tiempos- la noticia del nacimiento de María e Inés. La alegría que de por sí me produce un nacimiento, después de haber asistido a los de mis hijos, es si cabe mayor cuando los llegados son hijos de amigos, como es el caso. 
Ayer por la mañana, durante la misa a la que asisto algunos días en la capilla que hay en mi lugar de trabajo, daba gracias a Dios por este feliz acontecimiento, y durante un instante fugaz pensaba a la vez en las personas que ese día dejarían de vivir, sin sospechar que apenas un par de horas después me enteraría -esta vez vía correo electrónico- de que un compañero de trabajo, Pablo, acababa de fallecer. 
Yo no llevo en este sitio tanto tiempo como para haberle conocido en profundidad. Pero siempre le he visto como una persona respetuosa, de un trato muy amable y educado. En resumen, buena gente. Y por lo que he podido oír en las últimas horas, todo el mundo -de verdad- le estimaba. 
Esta mañana no podía evitar pensar si Dios, o el Destino, o la Naturaleza han querido compensar una pérdida así con un doble nacimiento. Sea como sea, bienvenidas Inés y María; descansa en paz y en nuestro recuerdo, Pablo.